Silvio Ruiz, el reciclador...
El camino hacia la basura era el camino. Fue la idea que se formó desde que tenía cinco años. Vivía entonces en el barrio Galán que no era más que una calle sin pavimentar por donde pasaban camiones repletos de desperdicios. A doscientos metros la competencia por los valiosos elementos reutilizables, era en medio de buitres y de roedores. A los diez años estaba en segundo de primaria cuando, en otras condiciones, cualquiera de su edad iría en grado sexto. La basura era la ruta.
La palabra "reciclaje" la conoció a lo largo del tiempo. El asunto de "conciencia ambiental" lo asumió cuando tenía veinte años a sabiendas de que llegó a la labor de recolectar vidrios, papeles, cartones y aluminios por la desesperación del hambre y el clamor de la madre que no lograba empleo.
En el botadero, como se llamaba al sitio antes de que se construyera el relleno sanitario "existían codigos sociales". Se sometió a las jerarquías. Silvio Ruiz empezó en la última escala. Su comienzo fue río abajo recolectando sobrantes que venían con la avalancha de residuos. Escarbaba: aparecían vitrales, trozos de botellas que amontonaban y luego, subían para tirarlos en un costal que estaba dentro de una caneca.
Pagar por un sitio dentro de la basura
Al final del día, entre cuatro muchachos llenaban quince bultos de pedazos de ventanales, botellas y frascos de perfume. Los costales cortantes no representaban su paga, al contrario era lo que Silvio y otros, pagaban por que les permitieran un sitio en el botadero. Todo lo que allí se recolectara, desde una puntilla, pertenecía al dueño del puesto. El puesto era una banca de concreto y una casa de guadua. Las aguas contaminadas del caudal estaban privatizadas. Un hombre con una romana pesaba los materiales y cancelaba.
Silvio Ruiz, el niño, era un "barequero". El utilizaba un plato de mesa. Raspaba el suelo del río. Encontraba aldabas, hierros y pedazos de vidrio. Lo que obtuviera no tenía que dárselo a otro. Entre el agua se ahogaban botellas de licores especiales que podría vender a mejor precio, y en su búsqueda encontraba vidrios rotos que sumaban, de gramo en gramo, hasta formar kilos.
Con el primer alijo de su trabajo consiguió $500,que significaron el mercado que llevó a su casa. Tenía entonces siete años.
Líder de recicladores
Silvio Ruiz quien apenas aprendió a leer, se esmeró por estudiar. Llegó hasta quinto de primaria. Desarrolló la competencia de hablar como líder. Según sus palabras: "a la basura también llegan los libros". De esa manera comenzó su formación que dio vida a Gaiared.En esta bodega en Bogotá, trabaja Silvio Rúiz, ahora como líder de gremio de recicladores |
Con el desarrollo de nuevas tecnologías se construiría, en Manizales, el relleno sanitario. En el nuevo depósito aquellos rebuscadores no tendrían cabida. Su respuesta fue organizar a diez y seis recicladores que puestos en la raya con los pies parados en los escombros de una ciudad de 500.000 habitantes, defendían su acceso al ingreso. "Levamos machetes...por si acaso". Se rebelaban. Respirando fragancia amoniacal organizaron una cooperativa, que les garantizara su derecho al trabajo.
Recorrió rellenos sanitarios, plazas de mercado y riberas de podredumbre en diferentes sitios de Colombia, buscando a recicladores convencido de que en su organización había una fuente de poder. El reciclaje en Colombia estaba proscrito a una de patria de parias, de infradignidad producida por ausencia de oportunidades. Con razones esta forma de vivir ha estado asociada al consumo de estupefacientes. "No he consumido nunca drogas. Eso lo debo a los valores que inculcó mi madre". Desde los cinco años metido entre la basura, Silvio Ruiz, es hoy el presidente de la Cooperativa que agrupa a 500 recicladores, que fueron la gente sin limpieza, personas mal miradas que estaban en uno de los trabajos indeseables.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario